Decidí asumir mi responsabilidad ante la vida, dejar de buscar culpables, verdugos, malos y buenos.
Acepté que mi felicidad nacía de mi forma de ver la vida, que era un estado de paz mental más que de hechos puntuales.
Renuncié a la creencia de una sola religión para avanzar nutriéndome de diferentes filosofías, culturas y creencias.
Una niña divertida, sociable y altruista, que se dedicó a ser lo que los demás deseaban y se alejó de su esencia hasta enfermar.
Dediqué más de 15 años al diseño de interiores y la organización de eventos, donde cuanto más me reconocían mi trabajo más apagada me sentía. Después de años de sufrimiento mental, de vivir sin ilusión a pesar de tener todo lo que se supone que debemos tener, trabajo, hijos, pareja… sentí que mi alma se rompió, solo veía una salida hasta que un amigo me regalo un libro que me dio luz en el pozo que me encontraba. Desde ese momento han sido diez años de no parar, de auto psicoanálisis, terapias diversas y mucha formación en el ámbito de la salud mental y el crecimiento personal, con el único propósito de volver a encontrar aquella niña divertida, sociable y altruista, madurar y ser el mejor espejo posible para mis hijos que son quienes se miran continuamente en él.
Cambié mi trabajo y empecé en colegios a hablar de inteligencia emocional, risoterapia, meditación o biodanza, además de especializarme en terapia Gestalt.
En 2019 empecé a hablar de salud mental, en eventos y mesas redondas, hasta que en 2021 escribí el libro “El banco de madera verde” y en cada presentación donde hablaba de salud mental, sexo y crecimiento personal, había alguien que me contaba a solas que se sentía identificada y quedábamos después para acompañarla en este pasear por el autoconocimiento y cura de heridas primarias.
Hoy es parte de mi trabajo desde mi conocimiento como paciente experta, por experiencia vital y formación adquirida en los últimos 10 años, donde mi máxima es dejar claro que los medicamentos no salvan, los médicos no sanan, ni los terapeutas eliminan el sufrimiento, sin que uno mismo acepte su responsabilidad en su salvación, cura o sufrimiento mental. Esta salud mental de la que hablo nada tiene que ver con un diagnóstico, tiene que ver con la satisfacción personal.